Buffon: una historia de amor con la portería.
19 de noviembre de 1995 es una fecha para enmarcar en el imaginario futbolístico. El Milán de Capello visitaba la cancha del Parma con ambos cuadros empatados en el liderato del Calcio Italiano. Bajo el marco del conjunto local debutaba un estirado arquero de apenas 17 años. Mientras sus compañeros del colegio se preocupaban por invitar a una chica al baile de graduación, aquel desconocido, de nombre Gianluigi Buffon, había adquirido a su corta edad un compromiso posiblemente mayor que el matrimonio: defender el arco de un equipo de fútbol. Al final de la temporada el campeonato se lo llevaría el cuadro rossonero, pero aquella noche no la olvidaría el planeta del fútbol, cuando un adolescente de orejas grandes sacó cada balón del mítico Roberto Baggio y el letal George Weah. La portería italiana había encontrado al digno heredero del histórico Dino Zoff.
No es fácil escoger llevar el número uno en la espalda durante tu carrera futbolística. Ser guardameta es un oficio que exige acostumbrarse a la soledad y al sufrimiento. El portero es naufrago en un limbo donde es héroe y villano casi al mismo tiempo. Requiere cierta dosis de masoquismo, hay que encontrar placer en violentar los costados del cuerpo, en el dolor físico de cada atajada. Pero, principalmente, se necesita estar enamorado de la portería, incluso cuando no se te permite mirarla durante noventa minutos, un cariño verdaderamente ciego. Y muy pocos arqueros en la historia han profesado tanto amor por el marco como Gianluigi Buffon, quien en una carta le escribió a su compañera de toda la vida: Tenía doce años cuando te di la espalda. Justo el día en que dejé de mirarte a la cara, sin embargo, empecé a amarte. Es aquel sentimiento la principal razón de que el portero italiano sea uno de los más grandes de todos los tiempos.
Generalmente los grandes momentos del fútbol los escriben los jugadores de campo, son anécdotas de espectaculares jugadas individuales, de goles de campeonato. Buffon, sin embargo, ha llevado el protagonismo de esos momentos al área chica, ha demostrado que las grandes historias también terminan en los guantes del arquero. En el Mundial de Alemania 2006 parecía que nadie le robaría la copa a la Francia de Zidane. De aquella final mundialista muchos recordarán únicamente el recital del genio francés, que incluso se dio el lujo de marcarle a Gigi un penal a lo panenka. Pero si Italia levantó su cuarta Copa del Mundo fue por la mano derecha de su cancerbero, quien sacó un cabezazo de gol en los tiempos extra, la última gran jugada de Zinedine en su carrera, la atajada más importante del guardameta azurri. La imagen de Gianluigi, vestido de dorado y besando el trofeo mundialista, es una de las estampas más memorables en la historia del fútbol.
Volando al ángulo, poniéndole el pecho a un remate a quemarropa, levantándose en una fracción de segundo del suelo para ir al contrarremate. Parando a Shevchenko, a Batistuta, a Ronaldo. El italiano nació en una provincia en la región de Toscana, pero en sus más de 900 partidos ha sembrado la duda en los aficionados sobre su planeta de origen. Una postal de una atajada de Buffon es el objetivo de los turistas que visitan Italia por encima de cualquier fotografía del Canal de Venecia. Y la grandeza de Buffon no se reduce únicamente a sus condiciones extraterrestres bajo los tres palos. En una época donde el fútbol ha sido tan contaminado por el mundo de los negocios, Gigi se ha mantenido fiel a los colores bianconeros que defiende desde los 23 años, anteponiendo su compromiso a las ofertas millonarias e incluso al descenso, que afrontó con la Juventus después del escándalo de amaño de partidos.
Es por Buffon que la posición de portero en los barrios ya no se delega al que posee menos habilidad con la pelota. Los niños ya no quieren ser únicamente delanteros para marcar goles o llevar el diez en la camiseta para ser como Maradona. También quieren ser porteros y portar el número uno. Quieren ser como Gianluigi. El italiano de 38 años, que comparte el récord de jugar 5 mundiales y apunta al sexto en Rusia 2018, ha tenido una carrera por demás exitosa en el terreno de juego y ha trascendido enormemente fuera de él. Por las injusticias del fútbol jamás tendrá un Balón de Oro, mientras que la Copa de Europa se le ha negado dos veces en su carrera. Pero, al final de esta temporada, probablemente se unirá a un selecto grupo de apenas 22 futbolistas que han jugado mil partidos en su carrera. Un récord que con Gigi tiene una particularidad: cada uno de esos mil partidos es para ponerlo en un cuadro y tenerlo en un museo italiano. Buffon cambió el arquetipo del superhéroe y reemplazó la capa por un par de guantes. Las historias de amor suelen comenzar con una mirada. En cambio, esta comenzó cuando nuestro héroe, olvidando sus comienzos como delantero, le dio la espalda a su amada.
No es fácil escoger llevar el número uno en la espalda durante tu carrera futbolística. Ser guardameta es un oficio que exige acostumbrarse a la soledad y al sufrimiento. El portero es naufrago en un limbo donde es héroe y villano casi al mismo tiempo. Requiere cierta dosis de masoquismo, hay que encontrar placer en violentar los costados del cuerpo, en el dolor físico de cada atajada. Pero, principalmente, se necesita estar enamorado de la portería, incluso cuando no se te permite mirarla durante noventa minutos, un cariño verdaderamente ciego. Y muy pocos arqueros en la historia han profesado tanto amor por el marco como Gianluigi Buffon, quien en una carta le escribió a su compañera de toda la vida: Tenía doce años cuando te di la espalda. Justo el día en que dejé de mirarte a la cara, sin embargo, empecé a amarte. Es aquel sentimiento la principal razón de que el portero italiano sea uno de los más grandes de todos los tiempos.
Generalmente los grandes momentos del fútbol los escriben los jugadores de campo, son anécdotas de espectaculares jugadas individuales, de goles de campeonato. Buffon, sin embargo, ha llevado el protagonismo de esos momentos al área chica, ha demostrado que las grandes historias también terminan en los guantes del arquero. En el Mundial de Alemania 2006 parecía que nadie le robaría la copa a la Francia de Zidane. De aquella final mundialista muchos recordarán únicamente el recital del genio francés, que incluso se dio el lujo de marcarle a Gigi un penal a lo panenka. Pero si Italia levantó su cuarta Copa del Mundo fue por la mano derecha de su cancerbero, quien sacó un cabezazo de gol en los tiempos extra, la última gran jugada de Zinedine en su carrera, la atajada más importante del guardameta azurri. La imagen de Gianluigi, vestido de dorado y besando el trofeo mundialista, es una de las estampas más memorables en la historia del fútbol.
Volando al ángulo, poniéndole el pecho a un remate a quemarropa, levantándose en una fracción de segundo del suelo para ir al contrarremate. Parando a Shevchenko, a Batistuta, a Ronaldo. El italiano nació en una provincia en la región de Toscana, pero en sus más de 900 partidos ha sembrado la duda en los aficionados sobre su planeta de origen. Una postal de una atajada de Buffon es el objetivo de los turistas que visitan Italia por encima de cualquier fotografía del Canal de Venecia. Y la grandeza de Buffon no se reduce únicamente a sus condiciones extraterrestres bajo los tres palos. En una época donde el fútbol ha sido tan contaminado por el mundo de los negocios, Gigi se ha mantenido fiel a los colores bianconeros que defiende desde los 23 años, anteponiendo su compromiso a las ofertas millonarias e incluso al descenso, que afrontó con la Juventus después del escándalo de amaño de partidos.
Es por Buffon que la posición de portero en los barrios ya no se delega al que posee menos habilidad con la pelota. Los niños ya no quieren ser únicamente delanteros para marcar goles o llevar el diez en la camiseta para ser como Maradona. También quieren ser porteros y portar el número uno. Quieren ser como Gianluigi. El italiano de 38 años, que comparte el récord de jugar 5 mundiales y apunta al sexto en Rusia 2018, ha tenido una carrera por demás exitosa en el terreno de juego y ha trascendido enormemente fuera de él. Por las injusticias del fútbol jamás tendrá un Balón de Oro, mientras que la Copa de Europa se le ha negado dos veces en su carrera. Pero, al final de esta temporada, probablemente se unirá a un selecto grupo de apenas 22 futbolistas que han jugado mil partidos en su carrera. Un récord que con Gigi tiene una particularidad: cada uno de esos mil partidos es para ponerlo en un cuadro y tenerlo en un museo italiano. Buffon cambió el arquetipo del superhéroe y reemplazó la capa por un par de guantes. Las historias de amor suelen comenzar con una mirada. En cambio, esta comenzó cuando nuestro héroe, olvidando sus comienzos como delantero, le dio la espalda a su amada.